
En los últimos días la enfermedad del mandatario
venezolano Hugo Rafael Chávez Frías, ha sido objeto de comentarios de la prensa
nacional e internacional, pues a ciencia cierta, hoy existe una innegable
interrogante: ¿cuán enfermo está el presidente? y la respuesta es clara, nadie sabe nada. Es
un secreto de estado la vitalidad del tirano, lo cual nos convierte en enfermos
a todos los venezolanos, enfermos de duda, enfermos de incertidumbre, y hasta
enfermos de la lástima y compasión que deberíamos sentir ante tan grave
enfermedad. La enfermedad de la Venezuela actual es esto precisamente, la
necesidad de esconder, de mantener oculta una verdad que de manera directa
incide en el futuro de los venezolanos, un país donde está prohibido saber los
números exactos de asesinatos cada fin de semana, donde está prohibido saber
cuántos fueron los muertos de la tragedia de Vargas, donde el derecho a
informar murió ante un gobierno que escudado en su enorme poder y capacidad de
persuadir a los venezolanos, tiñó de mentiras el policromático derecho a
pensar, pues seas blanco, verde, amarillo, azul o rojito, deberías tener
derecho a saber. De nuevo pasa por mi mente y llega hasta mis dedos la duda: ¿está
realmente enfermo el presidente? y la respuesta es SI, está enfermo de su
delirio bolivariano, enfermo de odio hacia quien lo contradiga, enfermo de
ceguera, por cuanto no se permite mirar el estiércol que rodea su ejercicio
ejecutivo, enfermo de manipulación, enfermo de querer perpetuarse en el poder a
base de generación de una lástima que lo haga prócer, enfermo del cáncer de
querer ser el agente revulsivo que nunca podrá ser, por cuanto por salud o por
confianza su régimen ha caído preso en su misma desidia, en la inoperancia de
horas vacías de discursos llenos de ideas que nunca podrán cambiar la nación,
por cuanto Venezuela es un país donde el amor es tan grande que cada colonia
extranjera que crece no quiere marcharse, pues se enamora de este clima, de
esta gente.
Señor Presidente, en cada barrio peligroso, en cada
rancho, en cada caserío humilde, en cada refugio lleno de lágrimas de pérdida,
de lejana esperanza, hay venezolanos que aman a su prójimo, entiéndalo de una
vez, no puede con su interminable odio y resentimiento contaminar cada corazón
venezolano, por lo que su discurso cada vez es más aburrido y fastidioso, está
cansada Venezuela de cadenas llenas de sus sueños de ser el Ché Guevara, de ser
el próximo Fidel Castro, de hablar de una revolución que sólo ha logrado
enemistar a quienes han encontrado en su disparate ideológico la manera de
satisfacer sus necesidades personales, sus ganas de construir escaleras hacia
el cielo con escalones formados con las cabezas de cada profesional, de cada
mente productiva, de cada intelectual que sueña con poder tener un mejor
porvenir en su país sin necesidad de una fuga de cerebros acompañados de
corazones rotos.
Señor Presidente, su tiempo se acabó, no siga
llenando nuestras vasijas vacías con jugos de promesas que más de diez años no
le han alcanzado para cumplir.
Señor presidente, llegó el momento de amar y mirar
crecer nuestros hijos en una mejor Venezuela, pues su idea de convertir el
contaminado Río Guaire en un río claro y navegable se cristalizó, pero en el
gobierno, pues cambiará su corriente llena de lo peor que ha vivido Venezuela
por el cauce de lo posible, el Guaire que hizo de nuestra Venezuela pronto se
convertirá en un cardúmen de peces, quienes nadaremos juntos hacia la
construcción del país donde crecieron nuestros padres, ese país que cautiva a
cada turista que nos visita.
Hoy tuve una visión, y en esa visión cada venezolano
sin distinción de razas, creencias ni tendencias permitirá que ningún niño
aplaste su inocencia retratada fusiles símbolos de su odio. A partir
de Octubre cada niño con un libro en la mano devolverá el amor que nunca debió
haberse perdido, pues los gobiernos pasan pero los pueblos permanecen. Las
enfermedades de la tiranía y la opresión se curaron una vez en manos de NUESTRO
libertador Simón Bolívar y su ejército repleto de pueblo, ese mismo pueblo que
hoy necesita terminar con la enfermedad de la discordia nacional que ha
resultado de su discurso de revolución barata e ineficaz.
Hoy en día nuestra curación es tan evidente como su
enfermedad, curémonos juntos presidente, enseñemos al mundo que no hay mejor
país para la reconciliación y el amor que el nuestro, un país donde cabemos
TODOS…
Hasta mi próxima visión…