jueves, 23 de febrero de 2012

¿Enfermedad o enfermo?




En los últimos días la enfermedad del mandatario venezolano Hugo Rafael Chávez Frías, ha sido objeto de comentarios de la prensa nacional e internacional, pues a ciencia cierta, hoy existe una innegable interrogante: ¿cuán enfermo está el presidente?  y la respuesta es clara, nadie sabe nada. Es un secreto de estado la vitalidad del tirano, lo cual nos convierte en enfermos a todos los venezolanos, enfermos de duda, enfermos de incertidumbre, y hasta enfermos de la lástima y compasión que deberíamos sentir ante tan grave enfermedad. La enfermedad de la Venezuela actual es esto precisamente, la necesidad de esconder, de mantener oculta una verdad que de manera directa incide en el futuro de los venezolanos, un país donde está prohibido saber los números exactos de asesinatos cada fin de semana, donde está prohibido saber cuántos fueron los muertos de la tragedia de Vargas, donde el derecho a informar murió ante un gobierno que escudado en su enorme poder y capacidad de persuadir a los venezolanos, tiñó de mentiras el policromático derecho a pensar, pues seas blanco, verde, amarillo, azul o rojito, deberías tener derecho a saber. De nuevo pasa por mi mente y llega hasta mis dedos la duda: ¿está realmente enfermo el presidente? y la respuesta es SI, está enfermo de su delirio bolivariano, enfermo de odio hacia quien lo contradiga, enfermo de ceguera, por cuanto no se permite mirar el estiércol que rodea su ejercicio ejecutivo, enfermo de manipulación, enfermo de querer perpetuarse en el poder a base de generación de una lástima que lo haga prócer, enfermo del cáncer de querer ser el agente revulsivo que nunca podrá ser, por cuanto por salud o por confianza su régimen ha caído preso en su misma desidia, en la inoperancia de horas vacías de discursos llenos de ideas que nunca podrán cambiar la nación, por cuanto Venezuela es un país donde el amor es tan grande que cada colonia extranjera que crece no quiere marcharse, pues se enamora de este clima, de esta gente.

Señor Presidente, en cada barrio peligroso, en cada rancho, en cada caserío humilde, en cada refugio lleno de lágrimas de pérdida, de lejana esperanza, hay venezolanos que aman a su prójimo, entiéndalo de una vez, no puede con su interminable odio y resentimiento contaminar cada corazón venezolano, por lo que su discurso cada vez es más aburrido y fastidioso, está cansada Venezuela de cadenas llenas de sus sueños de ser el Ché Guevara, de ser el próximo Fidel Castro, de hablar de una revolución que sólo ha logrado enemistar a quienes han encontrado en su disparate ideológico la manera de satisfacer sus necesidades personales, sus ganas de construir escaleras hacia el cielo con escalones formados con las cabezas de cada profesional, de cada mente productiva, de cada intelectual que sueña con poder tener un mejor porvenir en su país sin necesidad de una fuga de cerebros acompañados de corazones rotos.

Señor Presidente, su tiempo se acabó, no siga llenando nuestras vasijas vacías con jugos de promesas que más de diez años no le han alcanzado para cumplir.

Señor presidente, llegó el momento de amar y mirar crecer nuestros hijos en una mejor Venezuela, pues su idea de convertir el contaminado Río Guaire en un río claro y navegable se cristalizó, pero en el gobierno, pues cambiará su corriente llena de lo peor que ha vivido Venezuela por el cauce de lo posible, el Guaire que hizo de nuestra Venezuela pronto se convertirá en un cardúmen de peces, quienes nadaremos juntos hacia la construcción del país donde crecieron nuestros padres, ese país que cautiva a cada turista que nos visita.

Hoy tuve una visión, y en esa visión cada venezolano sin distinción de razas, creencias ni tendencias permitirá que ningún niño aplaste su inocencia retratada fusiles símbolos de su odio. A partir de Octubre cada niño con un libro en la mano devolverá el amor que nunca debió haberse perdido, pues los gobiernos pasan pero los pueblos permanecen. Las enfermedades de la tiranía y la opresión se curaron una vez en manos de NUESTRO libertador Simón Bolívar y su ejército repleto de pueblo, ese mismo pueblo que hoy necesita terminar con la enfermedad de la discordia nacional que ha resultado de su discurso de revolución barata e ineficaz. 

Hoy en día nuestra curación es tan evidente como su enfermedad, curémonos juntos presidente, enseñemos al mundo que no hay mejor país para la reconciliación y el amor que el nuestro, un país donde cabemos TODOS…

Hasta mi próxima visión…     

miércoles, 15 de febrero de 2012

Tijeras punta roma



Cada Julio anualmente, aquellos quienes tenemos hijos vemos como en las listas de útiles escolares piden la adquisición de una tijera punta roma, si, punta roma; los motivos son sencillos, se busca seguridad para la piel del niño a la hora de recortar y hacer manualidades. Hoy, al llegar a mi casa me abordó una idea metafórica, pero a mi juicio muy real, las palabras son como las tijeras punta roma que protegen la virginal y frágil piel de nuestros hijos, por cuanto aún y cuando no pueden dañar la piel son capaces de cortar y dañar un papel con muchísima precisión, si consideraramos por un momento que las almas y los sentimientos fueran de papel, las palabras, aun siendo “romas” e incapaces de rasgar piel, pueden cortar de forma inevitable almas, corazones y sentimientos. En días pasados la expresión “expropiar es robar”, mencionada por María Corina Machado en la ex solemne sala de discusión de la asamblea nacional, si es que se puede llamar “discutir” lo agresivamente cotidiano de ese recinto, fue una muestra inequívoca de mi tesis, por cuanto aún y cuando no hubo sangre saliendo de la aparentemente infalible piel presidencial, hubo una tan inevitable como evidente herida en el ego y el alma del tirano, quien disfrazó de rating su desesperación y necesidad de insultar a una dama que desnudó las verdades del mandatario como sólo una mujer podía hacerlo, por cuanto es un evento netamente estrogénico revelar tan duras verdades ante millones de ojos y oídos testigos del atrevimiento. Tijeras punta roma fueron esas palabras dichas tras nueve horas de provocación resentida del “rojito mayor”, tan similares a tantas tijeras punta roma manifiestas en palabras que se dicen y no se recogen en nuestra cotidiana relación con hijos, padres, hermanos, vecinos, entre otros. Las tijeras punta roma son una engañosa herramienta que puede usarse tanto para los angelicales trabajos escolares como para dañar y dejar huellas en los corazones. Así que amigo lector, cuidado con como usas tus tijeras punta roma…

Hasta la próxima lista escolar….     

viernes, 10 de febrero de 2012

Días que no son cuento


A las 6.30 am de la mañana del 10 de Septiembre del año 2011, una nostalgia increíble invadía mi ser,  aderezada con el frío de Picacho a Ajusco, en la única colina que tiene la Ciudad de México, la distancia de mis 4 amadas, el final de los únicos 10 días seguidos que había podido pasar con mi hermano Alejandro en los últimos 12 años, la mirada perdida, triste y casi premonitoria de mi padre, entre otros escenarios no precisos ni oportunos a este relato, me generaban un nudo en la garganta y una presión en el pecho enorme. Decidido a no dejar que la tristeza y el dolor invadiera mi último día de estancia, sugerí (casi ordené) salir de inmediato de dicha casa, a combatir el frío del clima con un día de estrechísima relación de familia con mi padre y mi hermano, guardando en lo más profundo de mi alma, esas lágrimas valientemente represadas y ese desdén de dolor que amanecieron clavados en mi. Ese día nos fuimos al estadio Azteca, y allí sólo pensaba en lo grandioso que puede ser el ser humano cuando se decide a construir maravillas, mientras contemplaba una obra arquitectónica hermosa cuyo principal adorno es la inmoralidad, ya que por todos lados hay estatuas y esculturas relacionadas con la “mano de Dios” hecha por Maradona ante Inglaterra en el mundial de fútbol del 86, irónico no? Maravilla del hombre con inmoralidad del hombre, pero en fin, era un viaje y hasta eso había que disfrutarlo. Un par de horas después estaba en el centro de un mercado mexicano, haciendo reír con mis loqueras habituales a unas vendedoras mexicanas que atendían una tienda de cuero, en un nuevo intento de distraer la mente y ganarle la partida a la nostalgia. De allí partimos a Coyoacán a buscar un cuadro bonito de obsequio para mi mamá, y para darle continuidad irónica al asunto, lo escoge y lo paga mi papá, pero en fin… es un buen hombre… Ya eran las 3 pm y nos fuimos al estadio azul a ver un partido Cruz Azul – Morelia, en el cual pude sentir lo increíblemente extranjero que era, pues el fútbol mexicano sólo a ellos los divierte, y no conforme con ello, las cervezas carísimas como para intentar disipar el aburrimiento con licor, así pues transcurrieron 89 minutos sin un gol, y al minuto 90 cae un gol contra el Cruz Azul, el equipo que más me agradaba, allí mismo sentí que el aburrimiento se transformó en dolor, pues perdí hasta el dinero de la entrada, ya que el equipo que me gustaba cayó y mal… de allí sólo restó comer cayendo la tarde, ir a la casa, empacar evitando llorar y tratando de pensar en lo hermoso que fue el viaje, y en lo inmensamente feliz que retornaría mi padre a casa, luego de reconciliarse con su hijo tras muchos años de incertidumbre emocional. Así pues llegaron las 9 pm, hora de irse al aeropuerto, e increíblemente a pesar de haber 300 taxis ninguno quería llevarnos, en mis adentros decía, que día tan raro… finalmente uno decide llevarnos, y el trayecto transcurría con mi hermano prometiendo no separarnos emocionalmente más nunca, mientras yo intentaba concentrarme en lo que nos decía, evadiendo la terrible creación mexicana llamada Los Tigres del Norte, que como si de un superhit Grammy se tratara entonaba el taxista, al llegar al aeropuerto, yo había perdido mi tarjeta de inmigración, por lo que si no me daban una nueva debía permanecer en el país hasta que el Departamento Mexicano de Inmigración se pronunciaba, ya siendo las 10 pm, evidentemente pensaba que el día había sido terrible en innumerables aspectos, pero bueno, me dejaron pasar, teniendo que dejar a mi papá y a mi hermano cenando y despidiéndose mientras resolvía mi “problema migratorio”.. Lo próximo fue ver como mi hermano abrazaba a mi padre, casi pidiéndole que no se fuera, mientras yo, del otro lado, en un supremo acto de egoísmo, suplicaba que mi papá no se quedara, pues no quería tenerlo lejos. A las 12.30 am, con la mirada triste y las lágrimas aguantadas estábamos en una sala de espera, y decido llamar a mi esposa para avisarle que saldré a la 1 am para Venezuela, y entre lágrimas interrogó: cómo te enteraste? Ignorante respondo: de qué?, mi suegro había fallecido ese día a las 4 pm, me enteré de golpe y no estaba allí, en ese instante sentí que todos mis intentos por hacer menos triste ese día habían sido en vano, pues al final terminé el día llorando por muchas cosas cuando inventé tantas cosas para no terminar llorando, en ese instante sentí ese gol en el minuto 90, pues en fin, al final del día se desbarató todo lo que hice para que no fuera triste el desenlace. En ese momento aprendí que la voluntad de Dios no se discute, contra eso no se lucha, pasamos la vida evitando cosas que por voluntad divina pasarán, comencé el día con “mi” nostalgia y terminé el día sufriendo el dolor de tres de mis seres más queridos, mi esposa, mi padre y mi hermano.

Y colorín colorado, el relato de un día que no fue cuento se ha acabado… hasta el próximo viaje…





Daniel Acevedo Astudillo